MITO O SITUACIÓN? A FINALES DEL SIGLO XIX, ILIÁ REPIN PINTÓ UN CUADRO QUE RECREABA UNA DE LAS LEYENDAS MÁS ENTROMETIDAS SOBRE ESTOS GUERREROS: LA QUE CONFIRMABA QUE ESCRIBIERON UNA MISIVA MUY HIRIENTE A MEHMED IV
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«Sultán, demonio turco, hermano maldito del demonio, amigo y secretario del mismo Lucifer. […] El demonio caga y tu batallón se lo come. Nunca tendrás la posibilidad de, hijo de perra, llevar a cabo presos a hijos cristianos; no tememos a tu batallón, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete». Con estas duras palabra comenzaba la carta que (según la leyenda) enviaron los cosacos zapórogos al sultán otomano Mehmed IV cuando este les pidió a someterse a su poder y a parar sus continuos asaltos a sus fronteras. La misiva, cuyo contenido se ha extendido por la red gracias a la ingente proporción de insultos que atesora, podría no ser por otro lado más que una mera leyenda exacerbada desde el siglo XVIII.
¿Realidad o ficción? Actualmente es realmente difícil saberlo. Por otro lado, para autores como el lingüista Victor A. Friedman poco importa. Y sucede que, como asegura en su dossier «Letter to the Turkish Sultan: Historical Commentary and Linguistic Analysis» el mito está tan arraigado en la sociedad y fué tan replicado por divulgadores e historiadores que es realmente difícil entender dónde está la fina línea entre la situación y la leyenda. En todo caso, y así como apunta en su artículo, el texto ha ayudado a forjar la imagen que se tiene hoy en día de este pueblo.
No le falta razón. La carta es tan llamativa que sirvió de inspiración al pintor ruso Iliá Repin para hacer la que, actualmente, es su obra más conocida: «La respuesta de los cosacos zapórogos». Una pintura que tardó bastante más de diez años en terminar (le dio vida entre 1880 y 1891) y que elaboró luego de comprender la presencia de la misiva debido al historiador Dmytro Yavornytsky a lo largo de una oportuna fiesta. Lo que se frecuenta omitir, por otro lado, es que este profesional nunca vio el texto original, sino una copia desarrollada en 1870. Y sucede que, para agregar más disputa a la circunstancia, el original nunca fué encontrado.
Más allá de que esta carta sea o no real, la verdad es que por medio de ella conocemos actualmente a los cosacos zapórogos, un pueblo que habitó las inmediaciones de las cataratas del Dniepr y que fueron establecidos de esta forma en el libro «La Rusia Vieja y Moderna», editado a medidos del siglo XIX: «Del seno de un pueblo pastor y guerrero salió la raza de los Zaporogos o Zaporoiski, llamada de esta forma por haberse predeterminado mas allá de las cataratas. Colonia errante de guerreros que no toleraban la empresa de las mujeres, viviendo del botín que reunían en sus expediciones contra los tártaros, los turcos, los rusos y además contra los polacos. Organización de proscritos de todos los países que podía considerarse como la vanguardia de los Cosacos de la Ukrania».
EL MALO DE IVÁN
La supuesta carta de los cosacos zapórogos al sultán sigue actualmente cercada de intrigas. De hecho, los autores no se ponen según la hora de elegir quién era el jefe que orquestó esta misiva. La mayor parte aseguran que este interesante honor hay que atribuírselo a Iván Dmytrovych Sirko, el personaje que hace aparición en el centro del cuadro de Répin con expresión maliciosa y llevándose la mano al corazón. Friedman de esta forma lo asegura en su citado dossier «Letter to the Turkish Sultan: Historical Commentary and Linguistic Analysis».
Con todo, autores como Joaquín Barceló Orgiler (graduado en historia del arte) son incondicionales de que la figura del propio Dmytrovych está además a medio sendero entre la verdad y la leyenda. Según destapa el español en su artículo «Los cosacos: La construcción cultural de un mito histórico», la escasez de datos sobre la vida y desventuras de este jefe tribal puede llevar a cabo reflexionar que sus gestas fueron excesivas y dulcificadas. «Su figura es más mítica que histórica porque llegaron escasos datos sobre su biografía», enseña en el citado dossier.
Cosaco de Zaporozhia – S. Vasilkovski
En todo caso, y siempre en expresiones de Barceló, las indagaciones históricas alrededor de Dmytrovych han desvelado que fue originario de Merefa (Ucrania) y que, como hijo de nobles, recibió una educación superior. No en vano, el mismo Jan III de Polonia (rey de la Mancomunidad polaco-lituana en el siglo XVII) le definió como «un noble educado, muy relajado» y que tenía «enorme seguridad entre los cosacos». «Dentro de la horda cosaca zapóraga batalló en los primordiales frentes […] que a lo largo de este instante estaban con el Imperio Otomano, con quien tras unos duros combates cayeron en minoría», agrega el español.
OFENSA
Comprender el por qué Dmytrovych y sus soldados enviaron esta misiva al sultán nos ordena a retrotraernos hasta el siglo XVII, una etapa donde, según enseña el divulgador histórico Javier Sanz en su obra «Caballos de Troya de la historia. Engaños e ingenios de siempre que vencieron en la paz y en la guerra», los cosacos de Zaporozhia estaban cercados por tres poderosos imperios, «el otomano, el ruso y la Mancomunidad de Polonia y Lituania». En sus expresiones, únicamente una especial organización y un manejo magistral de las armas les permitieron «mantener su independencia».
No le falta razón, aunque además es verdad que, como enseña el habitual Geoffrey Parker en su obra «El siglo maldito, Clima, guerras y catástrofes en el siglo XVII», a este pueblo no le interesó aliarse con algún país que estuviera dispuesto a asegurar su independencia.
Ejemplo de esto es que, en la época del siglo XVII, una banda de cosacos arrebató la vigorosa localidad de Azov, en la desembocadura del río Don, al sultán otomano, y recomendó al zar ponerla bajo la suzeranía de Moscú. Aunque el historiador asegura que el jefe ruso ordenó a los guerreros devolver el control a sus legítimos dueños para evadir un conflicto aún más grande, el mero hecho de que tengan la posibilidad de hacerse con ella expone su poder militar.
Desde este punto hay un sin fin de teorías sobre el por qué Mehmed IV decidió llevar a cabo llegar una carta a los cosacos solicitándoles que se rindieran y se unieran a sus filas. La más habitual, de acuerdo con la tradición, es la que recopila Friedman en su dossier: «Se dice que el sultán de Turquía y el Khan de Crimea atacaron sin triunfo la fortaleza zapóroga de Sic. Luego de este desastre, el sultán envió una misiva amenazadora a los cosacos donde les exigía su sumisión». En expresiones del mismo creador, el citado mensaje se escribió entre 1675 y 1678 (atendiendo a las fuentes a las que se acuda).
El contenido de la carta del sultán fué traducido hasta la saciedad por otros muchos autores. Sin embargo, Friedman apunta en su dossier que la más cercana a la verdad que pudo encontrar es la siguiente:
«Yo, el sultán, hijo de Mahoma, hermano del Sol y la Luna, nieto y virrey de Dios, soberano de todos los reinos de Macedonia, de Babilonia y Jerusalén, del Prominente y Bajo Egipto, rey de reyes, gobernante de todo lo que existe; caballero increíble, invencible; guardián recurrente de la tumba de Jesucristo; comisario de Dios mismo; promesa y consuelo de los musulmanes, enorme defensor y enorme asegurador de los cristianos, les ordeno, cosacos zaporozhianos, que les sometáis a mí de forma facultativa y sin ningún tipo de resistencia, y dejéis de importunarme con nuestros ataques».
BRUTAL RESPUESTA
De acuerdo con la tradición, la respuesta de los cosacos fue ligera e incisiva. La edición más popularizada asegura que los guerreros se juntaron alrededor de un escriba al que dictaron un mensaje lleno de insultos. Esa interpretación es exactamente la que captó Repín en su cuadro. No en vano, su obra exhibe a unos guerreros desgarbados que, sin miedo a las represalias, se deshacen en improperios. En expresiones de Friedman, la edición más correcta de esta leyenda es la que da el historiador ruso Nikolái Kostomárov, uno de los enormes investigadores de los cosacos zapórogos.
«¡Tú, satanás turco, hermano maldito del demonio y secretario del mismo Lucifer! ¿Qué clase de caballero eres? El demonio caga y tu batallón se lo traga. No eres digno de tener a los hijos de los cristianos bajo tu poder; no tememos a tu batallón y te combatiremos por tierra y mar. Despojo babilónico, loco macedonio, cervecero de Jerusalén, zapatero alejandrino, porquero del Prominente y del Bajo Egipto, cerdo armenio, cabra tártara, verdugo de Kamyanets, ladrón podoliano, nieto de la maligna serpiente, bufón de todo el planeta y el inframundo, necio frente nuestro Dios, morro de cerdo, culo de yegua, perro, cara no mencionada ¡Que el diablo te cocine al vapor! De esta manera es como te argumentan los cosacos. ¡Tú, desagradable cubo de escupitajos, no eres con la capacidad de gobernar a los reales cristianos! Como no entendemos la fecha ni tenemos calendario; la luna está en el cielo y el año en los libros, el mismo día es para nosotros que para tí, por eso bésanos el culo».
Un cosaco se ríe tmientras los redactes recogen sus insultos
Con todo, la edición que se ha popularizado actualmente de la carta que los cosacos enviaron al sultán es la que recopila Sanz en su libro:
«Oh sultán, demonio turco, hermano maldito del demonio, amigo y secretario del mismo Lucifer. ¿Qué clase de caballero del demonio eres que no puedes matar un erizo con tu culo desnudo? El demonio caga y tu batallón lo come. Nunca tendrás la posibilidad de, hijo de perra, llevar a cabo presos a hijos cristianos; no tememos a tu batallón, te combatiremos por tierra y por mar, púdrete. ¡Despojo babilónico, loco macedonio, cervecero de Jerusalén, follador de cabras de Alejandría, porquero del Prominente y Bajo Egipto, cerdo armenio, ladrón de Podolia, catamita tártaro, verdugo de Kamyanets, imbécil de todo el planeta y el submundo, idiota frente nuestro Dios, nieto de la serpiente y calambre en nuestros penes. Morro de cerdo, culo de yegua, perro de matadero, rostro del anticristianismo, folla a tu propia madre! ¡Por esto los zaporogos declaran, basura de bajo fondo, que jamás tendrás la posibilidad de apacentar ni a los cerdos de cristianos. Concluimos, como no entendemos la fecha ni tenemos calendario; la luna está en el cielo, es el año del Señor, el mismo día es aquí que allá, por eso bésanos el culo».
¿REALIDAD O MITO?
Más allá de que su popularidad se ha extendido por todo el planeta, algunos historiadores como el soviético Mijaíl Pokrovski señalaron (en el siglo XIX, eso sí) que estas dos cartas tienen un carácter más legendario que real. De la misma opinión es el historiador español. De hecho, este último apunta que la leyenda, real o no, se extendió porque asistió a asentar la imagen estereotipada de los cosacos zapórogos y «su carácter ambivalente e indomable».
Friedman es partidario de esta teoría y sostiene que esta y otras leyendas han ayudado a cambiar la imagen de unos guerreros sádicos que «violaban, saqueaban y sacrificaban a personas indefensas» en un mito romántico.
Por otro lado, el profesional deja patente en su dossier que eso no le resta a la carta ni migaja de importancia histórica. «La posibilidad de que sea apócrifa no disminuye su valor. Los contenidos escritos apócrifos conforman una considerable parte de la historia», enseña.