Occidente estuvo fascinado desde hace tiempo por el harén, una institución comunmente oriental que la dinastía otomana llevó a su máxima expresión detrás de los misterios muros del palacio Topkapi, de Estambul. La iniciativa de que centenares de mujeres bellas estaban a disposición de los deseos sexuales de un regente y de sus príncipes colmó la creatividad de pintores, diplomáticos extranjeros, escritores y hasta músicos. En este momento que la telenovela El Sultán (Telefe) se volvió una de las ficciones más exitosas de la televisión abierta argentina, nosotros además formamos parte de la fiebre que despierta este imperfecto gineceo, sus fatales intrigas y sus peculiares individuos. ¿Pero la realidad histórica es de la misma forma que se cuenta en la serie?

El Sultán narra el reinado del poderoso Suleimán el Espectacular (1520-1566), que llevó al imperio otomano hasta las puertas de Viena. Pero la telenovela se enfoca, más que nada, en las elucubraciones de las mujeres que habitan el harén desde la integración de una esclava traída desde el otro lado del Mar Negro, llamada Aleksandra Lisovska, o además Roxelana. El sultán la amó con mucha pasión no sólo porque era hermosa, sino que además era su compañera intelectual. “Era una estratega extraordinaria y una verdadera artista política. Roxelana planificaba cada movida como si estuviera jugando ajedrez”, cuenta Alev Lytle Croutier, en su libro El Harén: el planeta detrás del velo. Los dos están enterrados en la fantástica mezquita que Suleimán se realizó crear cerca del Cuerno de Oro.

El harén, por otro lado, no es una invención de Suleimán sino una práctica que comienza de las prácticas poligámicas que los otomanos traían desde antes de apoderarse Constantinopla, en 1453. Pero sus composición fue reglamentada por Mehmed II, el primer sultán en gobernar la localidad, en este momento llamada Estambul. El quiso combinar el esplendor del la vieja urbe (equivalente a la Nueva York actual) con los hábitos otomanos. Y el resultado fue el harén.

Al revés de lo que se pensaban los extranjeros que llegaban a la corte del sultán, el harén no era un mundo de orgías sino una institución con reglas muy estructuradas, cuya finalidad era asegurar la perpetuación de la dinastía. Adelante se encontraba la valide, o madre del sultán, una mujer que podía elegir sobre la vida y la desaparición de alguno.

“El harén poseía 400 habitaciones centradas cerca del patio de la valide sultana”, detalla Croutier. Y lo primero que se aprecia al ingresar en él son los departamentos donde vivían los eunucos negros, hombres castrados que atendían a las mujeres (los eunucos blancos, en cambio, atendían a los shezades o príncipes). Los sirvientes conspiraban de lo hermoso. En su pico más alto, el harén supo tener hasta 1.500 ocupantes, entre sultanas, príncipes, instructores y sirvientes, pero esto sólo ocurrió cuando se abolió la sangrienta práctica de matar a los hermanos del nuevo sultán. Los otomanos poseían conceptos de nación muy diferentes a los recientes, y no les importaba nada que las mamás de los recientes integrantes de la dinastía fueran extranjeras y esclavas. Ellas se convertían en sultanas cuando parían un hijo varón. Y como su suerte se encontraba signada al shezade que acababan de alumbrar, no podían estar tranquilas: se desataba una guerra ineludible entre las sultanas, que poseían diferentes posiciones en funcionalidad de la aparición del primer príncipe heredero.

 

Suleimán y Hürrem, su sultana favorit, en la piel de los actores Halit Ergenç y Meryem Uzerli.

 

Para no ofrecer spoilers sobre la serie, diremos que es verdad que Suleiman quedó fascinado con Roxelana, a quien apodó Hürrem (“la risueña”). “Suleimán se distinguió como el primer sultán en someterse a la predominación de una mujer. Había encontrado a alguien que era su par, que no sólo lo satisfacía sexualmente sino que además era su compañera en los asuntos de Estado (…) Con ella, el harén se transformó en un espacio de hermosura, de iluminación, en lugar de una oscura mazmorra”, cuenta Croutier. Desde luego, sus oponentes no se iban a quedar quietas frente esta circunstancia y muchas de las intrigas que se relatan en la serie sucedieron verdaderamente, aunque simulen ficción pura. Hürrem inauguró una era popular como el “sultanato de las mujeres”, que se extendió un siglo, con capaces, temibles y sangrientas sultanas, que son fundamento de nuevos y apasionantes shows. Obvio

por Carla

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